sábado, 16 de abril de 2011

Los Argonautas

*Histotia El Argo, por Lorenzo Costa el Viejo.Con el nombre de argonautas se conoce a los héroes que acompañaron a Jasón en su búsqueda del vellocino de oro. Sus avatares fueron contados en el poema épico Argonáuticas, del autor griego Apolonio de Rodas.
El nombre de Argonautas procede del latín argonauta y ésta del griego αργοναύτης, de αργος / argos (nombre de la nave) y ναύτης / nauta (marinero). Argo era el nombre de la nave, bautizada en honor a su constructor Argos.
La historia de los argonautas es una de las leyendas griegas más antiguas incorporando numerosos elementos comunes en las historias populares, el viaje peligroso de un héroe al que se le envía para desembarazarse de él imponiéndole una tarea imposible de llevar a cabo pero de la que sale victorioso gracias a la ayuda de aliados inesperados.
*mitologia:

*ARGONAUTA:
(Del gr. άργοναύτης; de Άργώ, nombre de un buque, y ναυτης, marinero): m. Mitología. Cada uno de los héroes griegos que fueron a Colcos en la nave Argos a la conquista del vellocino de oro. El mito primitivo de la tradición heroica de la expedición de los argonautas fue desfigurado con detalles e incidentes extraños.

I. Leyenda del vellocino de oro. – Atamas hijo de Eolo, rey de los minianos de Orcomene, en Beocia, tuvo de su esposa la diosa Nefela dos hijos, llamados Frisos y Hella. Al cabo de algunos años abandonó a su primera mujer y se casó con Ino, hija de Cadnos, la cual fue al poco madre de Learcos y de Melicerte, quienes se avinieron muy mal con los hijos del primer matrimonio. A todo esto había en el país un hambre horrible, y habiendo enviado Atamas a consultar sobre este azote al oráculo délfico, cuando volvieron los diputados que tal encargo llevaran, Ino les obligó a desfigurar la respuesta del oráculo, para que la condición de que cesara el hambre fuese que se inmolara a Frisos ante el altar de Júpiter Lafystios. Resignóse el rey a sacrificar a su hijo: pero en el momento que éste se acercaba al altar, aquél fue robado misteriosamente por su madre Nefela, quien hizo también desaparecer al mismo tiempo a Hella, salvando así a sus dos hijos que, montados en un carnero que tenía el vellón de oro, fueron transportados atravesando los aires y los mares a la isla de Aa; ese carnero era hijo de Neptuno y de Teofana. Hella, quizá porque estaba enamorada de Neptuno, cayó al mar en la mitad del viaje, sumergiéndose por el sitio que de su nombre se llama Helesponto. Al llegar a Aa, Frisos inmoló a Júpiter el carnero, haciendo presente del vellocino de oro al rey de aquel país, Netes, hijo del Sol, quien suspendió   el presente de una encina en un bosque consagrado a Marte y guardado por un dragón. Netes dio a Frisos en matrimonio a su hija Calcripe, naciendo de este matrimonio Cytissoros y Argos, que enviados por su padre a Grecia, el uno salvó de la muerte a Atamas y el otro construyó el navío Argos.
Los mitólogos ven en esta leyenda la explicación de ciertas formas del culto de Júpiter en las localidades de Beocia, como por ejemplo los sacrificios humanos que parece practicaron primitivamente los minianos de Orcomene. Lo que está fuera de duda es que Nefela, lo mismo en ésta que en otra leyenda, en la cual figura entre los centauros, personifica la nube; que el carnero, lo mismo en los mitos védicos que en la leyenda heroica, es una imagen de la nube pluvial; y que considerando a Frisos como el demonio del trueno, puede obtenerse una explicación bastante satisfactoria de la fábula.
II. Motivo de la expedición. – Hay que trasladarse a la ciudad de Colcos, en el mediodía de la Tesalia, para conocer nuevos antecedentes. Dicha ciudad había sido fundada por Creteos, hermano de Atamas, y a la sazón reinaba en ella un hijo del primero llamado Pelias, quien había usurpado el trono a su hermano Asón. Éste, temiendo por la vida de su hijo Jasón, ocultóle en un monte. Jasón vivió   en el campo ejercitándose en la agricultura y la caza, sin cuidarse de sus derechos al trono. A todo esto la diosa Juno, por un lado en odio a Pelias, que había dado muerte a Sidero al pie de su altar, y por otro lado interesada por Jasón, quiso favorecerle. Los remordimientos inquietaron a Pelias hasta el punto de interrogar al oráculo sobre la duración de su poderío, obteniendo la respuesta de que desconfiara de todo aquél que llevase un pie descalzo. Cierto día, en ocasión que Pelias honraba a Neptuno con un sacrificio en un banquete en la ribera del mar, vio llegar a Jasón, que después de vadear el Anauros, olvidó atarse la sandalia izquierda, o bien la había perdido en la corriente; acordóse Pelias del oráculo y al día siguiente preguntó a Jasón «¿Qué harías si se te predijera que debías morir por mano de uno de tus mayores?» «Le enviaría a buscar el vellocino de oro,» respondió   Jasón, a quien Juno había prevenido.

  
    Pelias le tomó la palabra y organizóse la expedición. Así lo refiere Apolodoro; pero según la versión de Píndaro, Jasón vino a Colcos con el pie descalzo, y dándose a conocer al pueblo, reclamó, apoyado en el oráculo, sus derechos al trono, el cual prometió cederle Pelias con tal de que trajera el vellocino de oro y que volviera el alma a Frisos, para que fuera levantada a la familia de los Eólidas la maldición que sobre ella pesaba.

Pelias hizo llamar por medio de heraldos a todos los guerreros de la Grecia para que participaran de los peligros y la gloria de la empresa. Según la tradición primitiva, Jasón sólo tuvo por compañeros a los minianos; pero con el transcurso del tiempo aumentó el número de los argonautas, porque las ciudades griegas, según se expresa M. Saglio, por satisfacer su orgullo, pretendían que sus héroes favoritos no permanecieran extraños a tan extraordinaria expedición. Entre los expedicionarios se contaron tres hijos de Júpiter: Hércules, Cástor y Pólux; dos hijos y nietos de Neptuno: Eufemo y Periclimenos; un hijo de Apolo, Orfeo; dos de Mercurio, Equión y Euritos, y los de Boreo, Zetes y Calais; Argos, hijo de Frisos, construyó el navío Argos, auxiliado por Minerva, quien había sujetado a la proa un pedazo de la encina profética de Dodona.
III. Navegación del Argos. – Embarcados los héroes, bogaron en dirección del Oriente; pero antes de arribar al término apetecido, les ocurrieron varios accidentes y hubieron de atravesar por pruebas peligrosas. Cuando llegaron a Lemnos, las mujeres acababan de descuartizar a todos los hombres con excepción del rey Toas, que fue salvado por su hija Hipsipila, en castigo de cuyo crimen los genios de la fecundidad maldijeron la isla. Las lemnianas acogieron con alegría a los héroes, concediéndoles sus favores en un banquete y en unos juegos que celebraban en honor de los difuntos; sólo Hércules dio pruebas de una temperancia desacostumbrada, empleando el tiempo en piadosos ejercicios en la isla de Crysa. Continuando su viaje, los argonautas penetraron en el Helesponto, no sin haberse detenido en Samotracia para honrar a los Cabiros. En el Helesponto dispersaron a los piratas tirrenos, abordando a la isla de Cícico habitada por los Dobions, cuyo rey, Cícicos, les acogió hospitalariamente; pero cuando iban a reembarcarse por la noche, fueron sorprendidos, librándose un combate en el cual murió el mencionado rey a manos de Hércules o de Jasón, salvándose de la venganza de Rhea por los juegos fúnebres con que procuraron conjurarla. Durante la escala que hicieron en Misia, Hércules, dejando a sus compañeros en un banquete, internóse en un bosque. Hilas, que le había seguido, fue robado por unas ninfas; desesperóse Hércules, y buscando a su compañero, le halló en poder de Polifemo. Entre tanto los argonautas, al ver que Hércules no volvía, determinaron en un consejo, celebrado por los Boraedes y Glauco, abandonarle y proseguir el camino. Detuviéronse para hacer agua en el país de los Bebrices, de quienes era rey el gigante Amicos, hijo de Neptuno, quien queriendo impedirles que se aproximasen a una fuente, fue vencido por Pólux en el combate del cesto, y atado a un árbol. En Salmideros consultaron al viejo profeta Hineo, a quien los Boreades libraron de las Arpías, y les enseñó el camino de la Cólquida, advirtiéndoles el peligro que les aguardaba en el paso de las Siniplegades, rocas movibles, que no les causaron mas desperfecto que destrozarles el timón, gracias a los consejos de Tineo y a la protección de Juno o de Minerva; después Yzmón pereció cazando un jabalí en el país de los mariandinianos; Tifis, el piloto, murió siendo reemplazado por Ancaeos de Samos, el cual condujo el navío hasta la embocadura del Taso. En la isla de Aretias fueron asaltados por los Stinfalidos, pájaros monstruosos que les lanzaron sus plumas de bronce a modo de flechas. Por último remontando el Taso, llegaron a la ciudad de Aa, término de su viaje.
Como es bien sabido, este relato del viaje de los argonautas resume las primeras expediciones de los aventureros griegos y sus descubrimientos en las costas del Mediterráneo; pero la leyenda principal se compone de diferentes fábulas, que traían origen de las costas de la Tracia, de la Propóntide y del Ponto Euxino, combinadas y recopiladas por los poetas, como dice Decharme, en la unidad artificial de un solo relato.
IV. Conquista del vellocino. – Jasón reclamó a Eetes el vellocino de oro. El rey le prometió dársele si salía vencedor de una prueba que le propuso, consistente en uncir a un arado dos toros que tenían los pies de bronce y que despedían llamas por las narices, y con este arado labrar un campo consagrado a Marte, sembrando los dientes del dragón de Cadmos. Semejante empresa hubiera sido insuperable para el héroe sin el auxilio de Venus, que como diosa del amor, encendió   en el corazón de Medea, hija de Eetes, una pasión violenta por el héroe extranjero. Medea era una hechicera poseedora del arte mágico, y esto redundó en provecho de Jasón, pues hecho invulnerable por virtud de los filtros que le diera su amante, pudo fácilmente uncir los toros al yugo, labrar el campo, sembrarle, y luego dar muerte a la mies de gigantes armados que nacieron de los dientes del dragón en forma de terrible falange. A pesar de estas victorias de Jasón, Eetes se negó a darle el vellocino; pero el héroe, auxiliado por el poder de Medea y protegido por la diosa Minerva, pudo llegar al sitio donde estaba el codiciado tesoro, y adormeciendo al dragón que le guardaba, consiguió cogerle haciéndose luego a la vela con todos sus compañeros y con Medea, quien para retardar la persecución de su padre, sembró por el camino los miembros de su hermano Absirtos. Según Decharme, en todos los enemigos de Jasón, los toros de fuego, los gigantes armados, el dragón, hay que ver otras tantas imágenes del tremendo poder de la tempestad, cuyo triunfo se debe al héroe solar, auxiliado por la mágica Medea, a quien Schwartz considera como una diosa del rayo.
V. Regreso de los argonautas. – El itinerario de este viaje de regreso es puramente fantástico, encontrándose diferente en Hesíodo, Píndaro y Apolonio; y como aconteció con el mito del viaje de Hércules al Hyperbóreo, se modificó sucesivamente a medida que los griegos fueron aumentando el caudal de sus noticias geográficas. Según el itinerario de Apolonio, que parece el más interesante, los argonautas arribaron por el Ister y el Eridán, que comunicaban con el Adriático, sufriendo una tempestad que amenazó destruirlos; y como el oráculo del bosque de encinas de Dodona les previniese que no tendrían perdón si no se hacían purificar por Circe de la sangre de Absirtos, después de recorrer el país de los celtas, de los ligianos y el mar Tirreno, llegaron a la isla de Circe, quien sin conocerlos los purificó. Con la protección de Juno, pasando entre Scila y Caribdis y burlando a las sirenas, llegaron al país de los feacianos, Corcira, donde Jasón y Medea celebraron sus bodas. Después una tempestad arrojó el navío a las costas de Libia; los argonautas le llevaron al lago Tritonis, donde estuvieron doce días y doce noches. Tritón por fin los condujo hasta el mar, llegaron a Creta después de haber dado muerte a Talos, hombre de bronce que impedía el aproximamiento a la costa, y salvados por Apolo de otra tempestad, llegaron por fin a Colcos, donde Jasón puso en manos de Pelias el vellocino de oro y consagró a Neptuno el navío Argos.
VI. Mitología figurada de los argonautas. – El arte representó diferentes veces los varios episodios de la leyenda de los argonautas, según los cantaban los poetas. El carnero del vellón de oro, conduciendo a través de las ondas a Frisos y a Hella, aparece figurado en algunos monumentos, entre los cuales debe citarse un vaso pintado del Museo de Nápoles. La construcción del navío Argos es otro asunto bastante frecuente en bajos relieves y repetido como ornato de friso en la época romana. El navío en el mar y los argonautas remando se encuentra especialmente en las monedas imperiales de Magnesia y de Jonia. Los vasos pintados nos ofrecen diferentes episodios del viaje, como el sacrificio prestado por los argonautas en el altar de Crisa, las aventuras de Tineo y de los Boreades, la de los Stinfalidos y el combate de Cícicos y Hércules. La célebre Cista de Ficoroni está circuida de figuras grabadas, cuya serie desenvuelve el pasaje de la estancia de los argonautas en el país de los Bebrices, el rey de éstos, prohibiendo a los argonautas aprovecharse del agua de una fuente; Pólux desafiándole al pugilato, y después de vencerlo, atándole a un árbol, mientras la Victoria viene a coronar al héroe: esta composición, además del interés mitológico y arqueológico, le tiene muy grande artístico. También hay representaciones referentes a la suerte de Jasón en la Cólquida. El gigante Talos, vencido por los argonautas, cayendo en brazos de los Dioscuros, sirve de asunto a una pintura de vaso de las más interesantes que se conservan.

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