sábado, 16 de abril de 2011

La caja de Pandora

La caja de Pandora

Pandora abriendo la caja.Uno de los temas que han inquietado el interés de los hombres a lo largo de toda su historia es la creación del mundo. Los antiguos griegos tenían su propia forma de contar la historia, que era como sigue:
Antes que fueran creados la tierra, el mar y los cielos, todas las cosas tenían el mismo aspecto, al que llamaban Caos, una masa confusa y sin forma, un peso muerto en el cual, sin embargo, estaban las semillas de las cosas. Como la Tierra, el Aire y el Agua estaban mezclados, la tierra no era sólida, el mar no era fluido ni el aire transparente.
Dios y la Naturaleza pusieron fin al desorden, separando la tierra del mar y al cielo de ambos dos. Luego, Dios y la Naturaleza se las arreglaron para disponer mejor la Tierra y distribuyeron los ríos, las montañas y las bahías, dibujaron los valles, los bosques y las planicies. El aire se esclareció y las estrellas fueron apareciendo. Los peces tomaron posesión del mar, los pájaros del aire y las bestias de cuatro patas se apropiaron de la tierra.
Pero era necesario un animal más noble, y entonces se hizo al Hombre. Prometeo tomó un poco de tierra, donde todavía se mezclaba con un poco de cielo, y mojándola con un poco de agua, moldeó en el barro al hombre, haciéndolo a imagen de los dioses, erguido, para que al revés de los otros animales, el hombre se levante hacia los cielos y observe las estrellas.
Prometeo fue uno de los Titanes, una raza de gigantes que habitó la Tierra antes de la creación del hombre. A él y a su hermano Epimeteo fue encargada la tarea de hacer al hombre, y proveerlo, tal como a los otros animales, de las facultades necesarias para su preservación. Epimeteo fue el obrero y Prometeo vigiló el trabajo. Así fueron otorgando a los diferentes animales de coraje, fuerza, rapidez, sagacidad; garras para uno y alas para el otro, etc... Pero cuando llegó el momento de dar sus dones al hombre, que tenía que ser superior a todos los demás animales, Epimeteo había sido tan pródigo con sus recursos que ya no le quedaban dones.
Prometeo entonces, para subsanar la situación, subió al cielo y, con la ayuda de Atenea, encendió su antorcha en el carro del Sol, y le regaló el fuego a los hombres. Este don hizo al hombre mucho más que todos los animales. El fuego permitió al hombre fabricar armas para vencer a los animales y herramientas para cultivar la tierra, pudo calentar su casa para independizarse del clima, y finalmente introdujo las artes y la moneda, lo que significa intercambio y comercio.
La mujer todavía no había sido creada. La leyenda cuenta que Zeus hizo a la mujer y la envió a Prometeo y su hermano para castigarlos por haber robado el fuego... y también para castigar al hombre por haber aceptado el don.
La primera mujer fue Pandora. Fue hecha en el cielo y todos los dioses contribuyeron en algo para perfeccionarla. Afrodita le dio belleza, Hermes la persuasión, Apolo la música, etc... Así equipada, Pandora fue llevada a la Tierra y presentada a Epimeteo que la aceptó feliz, a pesar de los temores de su hermano, que no confiaba en Zeus y sus regalos.
Epimeteo tenía en su casa una habitación donde guardaba algunos objetos que no había alcanzado a repartir por la Tierra. Entre ellos un baúl. Poco a poco fue creciendo en Pandora una gran curiosidad por conocer el contenido de dicha caja; finalmente, un día quebró el sello y abrió la tapa para mirar dentro. Pero en ese mismo momento escaparon de la caja una multitud de plagas para atormentar a los hombres, como la gota, el reumatismo y los cólicos para el cuerpo, y la envidia, la ira y la venganza para el alma, y estos males se repartieron por todas partes.
Pandora se apresuró en cerrar la caja, pero ya era tarde, todo el contenido de la caja había escapado, exceptuando una sola cosa que yacía confundida al fondo, esa era la esperanza. Desde entonces, aunque los males nos acechen, la esperanza nunca nos deja por entero. Y mientras tengamos un poco de esperanza, ningún mal puede derrotarnos completamente.
Otra versión de esta misma historia cuenta que Pandora fue enviada por Zeus al hombre como un signo de bendición. Como regalo de matrimonio, ella fue dotada por todos los dioses con bienes que guardaron en una caja. Pandora abrió accidentalmente la caja y todos las bendiciones escaparon, menos la esperanza.
Según varios comentaristas, esta es la versión correcta porque ¿cómo podría una virtud tan sutil como la esperanza estar guardada con todo tipo de males?
Sigue contando la leyenda griega que desde cuando la Tierra estuvo poblada, han sucedido las edades. La primera fue una era de inocencia y felicidad, llamada la Edad de Oro. La verdad y el derecho permanecían siempre vigentes, aunque no estaban obligados por ninguna ley escrita, ni hubiese magistrados encargados de hacerlos cumplir, ni castigos para los infractores.
En esa época los bosques no eran talados para construir navíos, ni tampoco para levantar fortificaciones alrededor de las ciudades. No había espadas, lanzas ni yelmos. La Tierra entregaba lo suficiente para la supervivencia de los hombres, sin que fuera necesario el trabajo de sembrar o recolectar. En esa edad, decían los griegos, reinaba una eterna primavera, y los ríos fluían con leche, vino y miel amarilla destiladas de los arces.
A esta era feliz, sucedió para los hombres, la Edad de Plata, inferior a la del Oro, pero superior a la de Bronce, que vendrá después. Al comienzo de la Edad de Plata, Zeus acortó la primavera y dividió el año en estaciones. Se endurecieron los extremos del frío y el calor, y fue necesaria la construcción de las casas. También fue necesario desde entonces sembrar los granos para conseguir una germinación adecuada. Y se comenzaron a redactar las primeras leyes y nacieron los primeros funcionarios encargados de vigilar su cumplimiento.
La Edad del Bronce fue más salvaje, las leyes se transforman en códigos y los hombres se muestran dispuestos a atacar apenas ven a otro más débil.
Pero la era más dura, la peor, es la Edad del Hierro. Dicen los griegos que en esa época, el crimen se entronizará en la sociedad humana; la modestia, la verdad y el honor no serán considerados más que como palabras vacías, el lugar que ocupaban como valores humanos, serán reemplazados por el fraude, el engaño, la violencia y el enfermizo afán de ganancia. Los marinos navegarán por todos los mares y los árboles serán desprendidos de las montañas. La Tierra, que hasta ahora había sido cultivada en común, comenzó a ser dividida en posesiones particulares y los hombres, insatisfechos con la producción de la superficie, comienzan a horadarla para extraer las riquezas de su interior. Entonces se produjo el engañoso hierro y el oro, más peligroso aún. Usando ambos metales como armas, la guerra se extenderá por todas partes. El visitante no estará a salvo en la casa del amigo; hijos y padres, hermanos y hermanas, maridos y mujeres desconfiarán el uno del otro; los hijos querrán que sus padres mueran, para heredarlos; desaparecerá el amor familiar y la Tierra se cubrirá de risas falsas y los dioses la irán abandonando uno a uno. La última en dejar la Tierra será Astrea, la inocencia y pureza, hija de Themis, la justicia.
Viendo este estado de cosas, Zeus arderá de ira y convocará a un congreso de dioses. Todos obedecen el llamado y toman camino hacia el palacio de los cielos. El camino, que uno lo puede ver claramente en las noches, en el centro de cielo: la Vía Láctea. A lo largo del camino se encuentran, según los antiguos griegos, los palacios de los dioses más ilustres, los seres corrientes del cielo viven en cambio a ambos lados de la Vía.
Una vez reunidos los dioses, Zeus se dirige a la asamblea describiendo el espantoso estado de la Tierra y termina anunciando su decisión de destruir a la totalidad de sus habitantes para crear una nueva raza, distinta de la anterior, que sea más feliz de vivir y así alaben mejor la grandeza de los dioses.
Apenas terminó de hablar, Zeus toma uno de sus rayos y cuando iba a arrojarlo contra la Tierra para destruir mediante el fuego a sus habitantes, cuando se dio cuenta de que una conflagración así pudiera poner en peligro a los propios cielos y cambió de táctica.
Amarró al viento del norte y soltó las cadenas que aprisionaban al viento del sur. Pronto un manto de nubes negras cubrió la Tierra dejando caer torrentes de lluvia. Las plantas de granas se tendieron y la labor de los campesinos quedó destruida en menos de una hora.
No contento aún, Zeus llamó a su hermano Poseidón, el dios de las aguas terrenales. Éste sacó de madre a los ríos que inundaron la Tierra al mismo tiempo que ordenaba un terremoto que hizo caer el flujo de los mares sobre las playas. Castillos, hombres, animales y casas fueron barridos por las aguas embravecidas.
Cualquier gran edificio intacto era asaltado por las olas y pronto sus torres quedaban sumergidas.
Los textos y las tradiciones clásicas se explayan en la descripción de esta destrucción hasta que finalmente no quedó sino agua sobre la superficie de la Tierra, sólo el Parmaso, elevado sobre todas las montañas, se levantaba sobre las aguas.
Allí buscaron refugio los únicos sobrevivientes. Deucalión y su mujer, Pyrra, ambos de la raza de Prometeo. Él era un hombre justo y Pyrra una mujer con gran fe en los dioses.
Apenas Zeus vio que estaba todo devastado y sólo quedaban estos sobrevivientes, soltó al viento del norte para que despejara las nubes y separase los cielos de la tierra. Poseidón ordenó a Tritón que soplara su cuerno. Las aguas obedecieron y poco a poco recuperaron su cauce normal, aparecieron otra vez las playas y los ríos volvieron a sus cauces.
Entonces Deucalión habló así a su esposa: "Esposa, única mujer sobreviviente, antes nos unió el matrimonio y la crianza de los hijos. Ahora nos une un peligro común. Tal vez haya recaído sobre nosotros el poder de nuestro antepasado Prometeo, y tendremos que renovar la raza humana tal como él lo hizo la primera vez. Pero como no estamos seguros, vamos al templo y preguntemos a los dioses lo que debemos hacer".
Entraron al templo, deformado por el cataclismo y se acercaron al altar donde ya no ardía el fuego sagrado. Se postraron en tierra y rogaron por una inspiración divina que les permitiera resolver la miserable situación en que estaban. El oráculo respondió así: "Abandonen el templo con la cabeza velada, las vestiduras sueltas y vayan arrojando detrás los huesos de vuestra madre".
Escucharon asombrados. Finalmente Pyrra comentó: "No podemos obedecer, ¿cómo vamos a profanar los restos de nuestros padres?"
Ambos cayeron después en una profunda meditación. Hasta que Deucalión dijo: "O me engaña mi inteligencia o hay una sola forma de cumplir este mandato sin caer en la impiedad. La Tierra es la gran madre de todo y las piedras son sus huesos. Esos son los huesos que podemos arrojar detrás nuestro sin ser impíos... Creo que eso es lo que quiere decir el oráculo, y por último, no haremos daño intentándolo".
Así, velaron sus cabezas, se desataron las vestiduras, cargaron numerosas piedras y las fueron arrojando a sus espaldas a medida que caminaban.
Y entonces sobrevino el milagro: las piedras crecieron, haciéndose más suaves y adquiriendo formas humanas, como pedazos de rocas en las manos del escultor. Las piedras que arrojaba Deucalión se convertían en hombres y las de Pyrra en mujeres. Y así los dioses, eso decían los griegos, repoblaron la Tierra con una raza más acostumbrada al trabajo.
Prometeo sería liberado de tanto sufrimiento muchos años más tarde por Heracles, que mató el águila con una flecha, debiendo cargar con las cadenas toda su eterna vida.Este viejo mito ha de sobrevivir hasta nuestros días no sólo en las creencias y las frases populares, sino que ha sido recreado por numerosos poetas y escritores.
Así, la comparación entre Eva y Pandora es obvia y no se le escapó a John Milton, el gran poeta inglés, que la introdujo en el Libro IV de su Paraíso Perdido. A su vez, Prometeo ha sido un personaje abundantemente recogido por los escritores. Como arquetipo, Prometeo representa un poder amable, amigo de la humanidad, maestro de la civilización y de las artes. Claro que al hacerlo, transgrede la voluntad de los dioses y finalmente se hace acreedor al castigo de Zeus.
El rey de los dioses lo hizo encadenar al monte Cáucaso donde un águila le comía a picotazos el hígado que crecía tan rápido como era devorado. Este tormento, dice la leyenda, pudo terminar en cualquier momento porque Prometeo sabía un secreto que afectaba la estabilidad del trono de Zeus. Prometeo se negó a revelar dicho secreto, transformándose así en el símbolo de la voluntad resistiendo a la opresión y del magnánimo martirio ante el sufrimiento inmerecido.
Byron y Shelley también tomaron este tema y recién a comienzos de siglo XX, Franz Wedekind, reactualizó el tema con una obra de teatro: Der Buchte von Pandora, que más tarde se transformaría en "Lulú", la famosa opera de Alban Berg.

Narciso y Eco

La Ninfa Eco (Hcw) y Narciso (Narkissoz)
   Eco es una de las ninfas del bosque, y es la que da origen al sonido que conocemos como eco.
   Eco es protagonista de varias leyendas. Por ejemplo, existe una en la que aparece como la amada de Pan (dios de pastores y rebaños), pero ella no corresponde a ese amor sino que sufre por el desprecio de un fauno al que ama de verdad. Pan, movido por los celos decide vengarse, y hace que ella se desgarre por unos pastores. Su llanto se relaciona con el eco.
    La diosa Hera había castigado a Eco, y le impedía hablar. La ninfa solo podía repetir la última palabra que pronunciara su interlucotor. Esto se debió a que Eco cubría a Zeus sus infelidades hacia Hera, y la entretenía con elocuentes conversaciones, mientras el dios de dioses se divertía con sus amantes.
    En la versión más conocida del mito de Eco, ella se enamora perdidamente de Narciso de quien el adivino Tiresias predijo, en su nacimiento, que tendría un larga vida si no se contemplaba a sí mismo. Este joven era muy hermoso pero despreciaba el amor de todos.
   La pobre ninfa no fue la excepción y Narciso despreció su corazón cuando la vio en el bosque y ella no fue capaz de responderle más que sus propias palabras. Entonces, ella desolada, ofendida se encerró en un lugar solitario y allí dejó de comer y de cuidarse. Así se fue consumiendo poco a poco, y el dolor la fue absorbiendo hasta que desapareció y se desintegró en el aire, quedando sólo su voz que repetía las últimas palabras de cualquiera. Esta voz es lo que llamamos eco.
   Debido a esto los dioses se molestaron y todas las demás mujeres rechazadas oraron a los dioses por venganza. Némesis (la venganza) las escuchó e hizo que Narciso contemplara su propia imagen. Cuando el joven lo hizo, se enamoró de su propia belleza y ya no le importó nada más que su imagen.
   Se quedó contemplándose en el estanque y se dejó morir, totalmente indiferente al resto del mundo. Dicen que aún en el Estigio (el mar de la tierra de los muertos), Narciso continúa admirándose.
    En el lugar en que Narciso murió, nació la flor homónima.

Hermes y el Ganado de Apolo

*HERMES:
 Hermes es hijo de Zeus y de la pléyade Maya. Es considerado el mensajero de los dioses. Nació en una cueva en el monte Cileno en el cuarto día del mes, y este día le fue consagrado. (Los romanos llamaron a este dios Mercurio, y de él proviene el nombre del día miércoles).
        Desde el día de su nacimiento dio muestras de una extraordinaria precocidad. Maya, su madre, lo había envuelto con bandas de tela para evitar que se lastimara al moverse. Hermes descubrió la forma de liberarse y escapó de la cueva durante la noche, mientras todos dormían, y salió a explorar el mundo.
    Llegó a Tesalia, donde su hermano Apolo estaba pastoreando los rebaños del rey Admeto. Durante un momento de distracción de Apolo, Hermes robó parte del ganado: doce vacas, cien terneras y un toro. Los ató con ramas largas en la cola y se los llevó caminando hacia atrás, para que no pudieran localizarlo por sus huellas. El único testigo del robo fue un anciano llamado Bato.
    Hermes llevó los animales hasta Pilos, donde sacrificó dos de ellos dividiéndolos y dedicando una parte para cada uno de los dioses. Ocultó el resto del ganado, y regresó a la cueva en el monte Cileno. En la entrada de la cueva halló una tortuga. Hermes la mató, la vació y en su caparazón ató y tensó cuerdas hechas con los intestinos de los animales que había sacrificado. De esta manera inventó la lira.
    Apolo se había percatado del robo, y estaba buscando los animales perdidos. Encontró a Bato, quien le reveló la identidad del ladrón. (Según otra versión, Apolo supo quién era el culpable por medio de sus artes adivinatorias, observando el vuelo de las aves). Fue hasta el monte Cileno, y reclamó a Maya el robo efectuado por su hijo y exigió la devolución de su ganado. Pero Maya le mostró a Hermes dormido en su cuna, y le preguntó cómo un recién nacido podría ser un ladrón de ganado.
    Apolo acudió a Zeus, quien ordenó a Hermes que restituyera las reses robadas. Sin embargo, Apolo había oído la música que Hermes producía con su lira, y maravillado, le dejó sus animales a cambio del instrumento.
    No fue la única vez que se realizó una transacción semejante. Años después, cuidando de su ganado, Hermes aprovechó un momento de reposo para inventar la flauta. Apolo también quiso tener este instrumento, y Hermes accedió a entregársela a cambio de su cayado de oro y de que le enseñara el arte de la adivinación. Es por esto que la vara dorada, el caduceo, es uno de los atributos de Hermes. Además de las enseñanzas de Apolo, Hermes aprendió también a adivinar el futuro por medio de pequeños guijarros.
    Zeus estaba complacido por la habilidad de su hijo, y lo nombró su heraldo, para que estuviera a su servicio y al de los dioses del Infierno, Hades y Perséfone. Además protege a muchos héroes, como Ulises, Heracles y Perseo. Cuando Io, amante de Zeus, fue transformada en vaca y puesta por la diosa Hera bajo la custiodia del monstruo de múltiples ojos Argos, fue Hermes quien lo durmió con su música y le dió muerte, liberando a Io.
    Hermes es representado a menudo con casco y sandalias aladas, con el caduceo en la mano. A veces se le muestra también llevando un cordero en los hombros, y se le llama entonces Hermes Crióforo. Guiaba y protegía a los viajeros, y en las encrucijadas de los caminos se levantaban imágenes suyas, pilares en cuya parte superior estaba esculpida el torso de su figura. También es el dios tutelar del comercio. 
 

Perseo y Andromeda

Perseo y Andromeda

Desde Mauritania alcanzó Perseo Etiopía, donde reinaba el rey Cefeo. A medida que descendía, se hizo cada vez más visible una hermosísima doncella que se hallaba encadenada a un peñasco lamido por las olas y a punto de ser devorada por un horrible monstruo marino. Si la brisa no hubiera agitado su rubia cabellera y las lágrimas no hubieran afluido copiosamente de sus bellísimos ojos, se diría que era una marmórea sirena esculpida junto a la playa.
"Soy hija de Cefeo soberano de estas tierras etíopes y mi nombre es Andrómeda. Me encuentro en esta deplorable situación porque mi madre Casiopea había manifestado con orgullo ante las Nereidas, ninfas del mar, que era más hermosa que ellas. Poseidón quiso vengar tal ofensa e inundó el país, y envió a sus costas a un monstruo marino que devoró a cuantos hombres y rebaños pudo alcanzar. El Oráculo de Ammón reveló que solamente desaparecería el peligro si me entregaban a mí, la hija de Casiopea, a la voracidad del monstruo. Después de vacilar mucho, mi padre, a instancias del pueblo, me abandonó encadenada a esta roca.»
Apenas había explicado su situación cuando se agitó el mar y de su seno apareció un horrible ser marino con ánimo de devorar a la joven. Andrómeda lanzó un lastimero gemido y sus padres, que se hallaban en la playa, corrieron hacia su hija intentando lo imposible. Perseo los detuvo y tranquilizó: salvará a Andrómeda, pero a cambio de convertirla en su esposa. Los padres aceptan entusiasmados la idea, pues ya se han dado cuenta que el pretendiente de su hija capaz de atreverse a rescatarla no puede ser un hombre cualquiera.
Raudo como una centella, Perseo se lanzó sobre el monstruo. Éste observó sobre la superficie del mar la sombra del héroe y, creyendo que era su enemigo, se lanzó con furia a atacarla, momento que aprovechó éste para clavar su espada una y otra vez en el dorso del animal, hasta que tras una titánica lucha el monstruo quedó exánime, mientras Perseo en su lomo celebraba la victoria. Acto seguido desató a Andrómeda y, tras los abrazos de rigor, los cuatro se encaminaron hacia palacio, en donde se ordenaron los preparativos para la boda.
Durante la sobremesa del banquete nupcial se oyó en las estancias contiguas al comedor un rumor que fue creciendo hasta que apareció Pilleo, hermano de Cefeo, con Inu1tirud de hombres armados con el fin de apoderarse del trono y hacer valer sus pretensiones de antiguo prometido de Andrómeda. Perseo tomó las armas y la lucha se generalizó, pero los asaltantes eran muchos y ya acariciaban el triunfo, cuando nuestrO héroe se acordó de la cabeza de Medusa y, cogiéndola en sus manos y desviando la vista de ella, la arrojó como un proyectil a los pies de sus adversarios, los cuales inmediatamente se transformaron en piedra, excepto Fineo, que al contemplar el prodigio imploró el perdón. Perseo no atendió las súplicas y, encarándole a la Gorgona, lo convirtió también en una pétrea figura que representaba un esclavo humillado.
Poco después, Perseo tomaba el camino de regreso a Sérifos, a pesar de las protestas de Cefeo, que deseaba que el héroe le sucediera algún día en el trono, protestas acrecentadas puesto que se llevaba consigo a Sérifos a su hija, a la que tanto esfuerzo había costado rescatar. Dánae, cansada de las infamias de Polidectes, se había refugiado junto a Dictis en el templo de Atenea... Perseo se presentó ante el soberano con la cabeza de la Gorgona y éste quedó igualmente petrificado. Dánae y Dictis salieron del templo y vivieron en paz, mientras que en algunos relatos se cuenta que Dictis terminó casándose con Dánae y llegó a ser rey de Sérifos.
Perseo devolvió a cada dios los dones que le habían prestado y Atenea recibió la cabeza de Medusa, que fue colocada como glorioso trofeo en el escudo de la diosa como reconocimiento a sus eficaces servicios. Hecho esto, se embarcó rumbo a su ciudad natal de Argos, en el Peloponeso.
Cuando Acrisio supo que su nieto regresaba, temió por su vida, tal corno lo había profetizado el Oráculo, y huyó disfrazado a Tesalia. Poco después se celebraban unos juegos atléticos en aquella región. Perseo acudió a demostrar su destreza, tras haber sido declarado presunto sucesor en e! trono de Argos al no volverse a saber nada de Acrisio y haber tenido que luchar contra Preto, hermano de éste, que había logrado coronarse rey. Perseo quiso intervenir en el lanzamiento del disco, manifestación de la que era muy experto. Pero cuando le tocó el turno, la trayectoria de! artilugio se le desvió, yendo a dar e! disco en la cabeza de un anciano forastero que presenciaba el espectáculo y que murió en el acto. Perseo descubrió con horror que la víctima que había provocado accidentalmente era su propio abuelo, Acrisio, refugiado en Tesalia para intentar huir del hado adverso.
El héroe, lleno de aflicción, renunció al trono de Argos como expiación por su crimen, aunque hubiera sido involuntario, y cedió la corona a Megapentes, hijo de su rival Preto. Como Megapentes era soberano de Tirinto, el héroe no tuvo otra opción que hacerse cargo de aquel reino y a partir de entonces vivió feliz en su nueva patria junto a Andrómeda, que le dio numerosos y valerosos hijos. De su tronco descendería e! héroe más famoso de toda la Mitología clásica: Hércules.
La similitud del nombre de Perseo con la del pueblo persa hizo pensar a algunos tratadistas que aquél había tenido de Andrómeda un hijo de igual nombre, criado por Cefeo y fundador del pueblo persa. Aluden como prueba el traje oriental que muestra Perseo en la pintura de algunos vasos conservados.
A Perseo se le atribuye la fortificación e incluso la fundación de Micenas. A su muerte se le tributaron honores divinos. Fue colocado en el cielo entre las constelaciones del hemisferio boreal junto a su amada Andrómeda, cuya nebulosa es el cuerpo celeste más alejado de la Tierra que podemos contemplar sin ayuda del telescopio. La constelación de Perseo adopta la forma de campana. Dentro de su espacio se hallan numerosas estrellas fugaces (en realidad meteoritos) que conocemos con el significativo nombre de Perseidas. Por su relación con Perseo, Casiopea y Cefeo dieron nombre a su vez a otras constelaciones.
La estatua más famosa de Perseo se conserva en la Sala de los Lanzi de Florencia y es obra del polifacético artista renacentista florentino Benuenuto Cellini (1500-1571). Muestra el momento en que el héroe enseña triunfalmente la cabeza de la Medusa, tras haberla cortado con una especie de cimitarra. Sin ropaje alguno, Perseo está tocado con el casco de Hades que le proporcionaba la fabulosa invisibilidad

Teseo y Minotauro

Teseo y Minotauro

Minos llevaba ya muchos años en el gobierno cuando recibió la terrible noticia de la muerte de su hijo. Había sido asesinado en Atenas. Su ira no se hizo esperar. Reunió al ejército y declaró la guerra contra los atenienses.
Atenas, en aquel tiempo, era aún una ciudad pequeña y no pudo hacer frente al ejército de Minos. Por eso envió a sus embajadores a convenir la paz con el rey cretense. Minos los recibió y les dijo que aceptaba no destruir Atenas pero que ellos debían cumplir con una condición: enviar a catorce jóvenes, siete varones y siete mujeres, a la isla de Creta, para ser arrojados al Minotauro.
En el palacio de Minos había un inmenso laberinto, con cientos de salas, pasillos y galerías. Era tan grande que si alguien entraba en él jamás encontraba la salida. Dentro del laberinto vivía el Minotauro, monstruo con cabeza de toro y cuerpo de hombre. Cada luna nueva, los cretenses debían internar a un hombre en el laberinto para que el monstruo lo devorara. Si no lo hacían, salía fuera y llenaba la isla de muerte y dolor.
Cuando se enteraron de la condición que ponía Minos, los atenienses se estremecieron. No tenían alternativa. Si se rehusaban, los cretenses destruirían la ciudad y muchos morirían. Mientras todos se lamentaban, el hijo del rey, el valiente Teseo, dio un paso adelante y se ofreció para ser uno de los jóvenes que viajarían a Creta.
El barco que llevaba a los jóvenes atenienses tenía velas negras en señal de luto por el destino oscuro que le esperaba a sus tripulantes. Teseo acordó con su padre, el rey Egeo de Atenas, que, si lograba vencer al Minotauro, izaría velas blancas. De este modo el rey sabría qué suerte había corrido su hijo.
En Creta, los jóvenes estaban alojados en una casa a la espera del día en que el primero de ellos fuera arrojado al Minotauro. Durante esos días, Teseo conoció a Ariadna, la hija mayor de Minos. Ariadna se enamoró de él y decidió ayudarlo a Matar al monstruo y salir del laberinto. Por eso le dio una espada mágica y un ovillo de hilo que debía atar a la entrada y desenrollar por el camino para encontrar luego la salida.
Ariadna le pidió a Teseo que le prometiera que, si lograba matar al Minotauro, la llevaría luego con él a Atenas, ya que el rey jamás le perdonaría haberlo ayudado.
Llegó el día en que el primer ateniense debía ser entregado al Minotauro. Teseo pidió ser él quien marchara hacia el laberinto. Una vez allí, ató una de las puntas del ovillo a una piedra y comenzó a adentrarse lentamente por los pasillos y las galerías. A cada paso aumentaba la oscuridad. El silencio era total hasta que, de pronto, comenzó a escuchar a lo lejos unos resoplidos como de toro. El ruido era cada vez mayor.
Por un momento Teseo sintió deseos de escapar. Pero se sobrepuso al miedo e ingresó a una gran sala. Allí estaba el Minotauro. Era tan terrible y aterrador como jamás lo había imaginado. Sus mugidos llenos de ira eran ensordecedores. Cuando el monstruo se abalanzó sobre Teseo, éste pudo clavarle la espada. El Minotauro se desplomó en el suelo. Teseo lo había vencido.
Cuando Teseo logró reponerse, tomó el ovillo y se dirigió hacia la entrada. Allí lo esperaba Ariadna, quien lo recibió con un abrazo. Al enterarse de la muerte del Minotauro, el rey Minos permitió a los jóvenes atenienses volver a su patria. Antes de que zarparan, Teseo introdujo en secreto a Ariadna en el barco, para cumplir su promesa. A ella se agregó su hermana Fedra, que no quería separarse de su hermana.
El viaje de regreso fue complicado. Una tormenta los arrojó a una isla. En ella se extravió Ariadna y, a pesar de todos los esfuerzos, no pudieron encontrarla. Los atenienses, junto a Fedra, continuaron viaje hacia su ciudad. Cuando Ariadna, que estaba desmayada, se repuso, corrió hacia la costa y gritó con todas sus fuerzas, pero el barco ya estaba muy lejos.
Teseo, contrariado y triste por lo ocurrido con Ariadna, olvidó izar las velas blancas. El rey Egeo iba todos los días a la orilla del mar a ver si ya regresaba la nave. Cuando vio las velas negras pensó que su hijo había muerto. De la tristeza no quiso ya seguir viviendo y se arrojó desde una altura al mar. Teseo fue recibido en Atenas como un héroe. Los atenienses lo proclamaron rey de Atenas y Teseo tomó como esposa a Fedra
Teseo y el MinotauroAl llegar a Creta, la princesa Ariadna se enamoró de él y propuso a Teseo ayudarle a derrotar a su hermano (el Minotauro) a cambio de que se la llevara con él de vuelta a Atenas y la convirtiera en su esposa. Teseo aceptó.
La ayuda de Ariadna consistió en dar a Teseo un ovillo de hilo que éste ató por uno de los extremos a la puerta del laberinto. Otra versión indica que la ayuda de Ariadna consistió en una corona que emitía un resplandor y que le había dado Dioniso como regalo de boda o bien que podría ser la misma corona que le había regalado Anfítrite durante el viaje a Creta.

Teseo y el Minotauro.Así Teseo entró en el laberinto hasta encontrarse con el Minotauro, al que dio muerte a puñetazos. A continuación recogió el hilo y así pudo salir del laberinto e inmediatamente, acompañado por el resto de atenienses y por Ariadna, embarcó de vuelta a Atenas, tras hundir los barcos cretenses para impedir una posible persecución.

Los Argonautas

*Histotia El Argo, por Lorenzo Costa el Viejo.Con el nombre de argonautas se conoce a los héroes que acompañaron a Jasón en su búsqueda del vellocino de oro. Sus avatares fueron contados en el poema épico Argonáuticas, del autor griego Apolonio de Rodas.
El nombre de Argonautas procede del latín argonauta y ésta del griego αργοναύτης, de αργος / argos (nombre de la nave) y ναύτης / nauta (marinero). Argo era el nombre de la nave, bautizada en honor a su constructor Argos.
La historia de los argonautas es una de las leyendas griegas más antiguas incorporando numerosos elementos comunes en las historias populares, el viaje peligroso de un héroe al que se le envía para desembarazarse de él imponiéndole una tarea imposible de llevar a cabo pero de la que sale victorioso gracias a la ayuda de aliados inesperados.
*mitologia:

*ARGONAUTA:
(Del gr. άργοναύτης; de Άργώ, nombre de un buque, y ναυτης, marinero): m. Mitología. Cada uno de los héroes griegos que fueron a Colcos en la nave Argos a la conquista del vellocino de oro. El mito primitivo de la tradición heroica de la expedición de los argonautas fue desfigurado con detalles e incidentes extraños.

I. Leyenda del vellocino de oro. – Atamas hijo de Eolo, rey de los minianos de Orcomene, en Beocia, tuvo de su esposa la diosa Nefela dos hijos, llamados Frisos y Hella. Al cabo de algunos años abandonó a su primera mujer y se casó con Ino, hija de Cadnos, la cual fue al poco madre de Learcos y de Melicerte, quienes se avinieron muy mal con los hijos del primer matrimonio. A todo esto había en el país un hambre horrible, y habiendo enviado Atamas a consultar sobre este azote al oráculo délfico, cuando volvieron los diputados que tal encargo llevaran, Ino les obligó a desfigurar la respuesta del oráculo, para que la condición de que cesara el hambre fuese que se inmolara a Frisos ante el altar de Júpiter Lafystios. Resignóse el rey a sacrificar a su hijo: pero en el momento que éste se acercaba al altar, aquél fue robado misteriosamente por su madre Nefela, quien hizo también desaparecer al mismo tiempo a Hella, salvando así a sus dos hijos que, montados en un carnero que tenía el vellón de oro, fueron transportados atravesando los aires y los mares a la isla de Aa; ese carnero era hijo de Neptuno y de Teofana. Hella, quizá porque estaba enamorada de Neptuno, cayó al mar en la mitad del viaje, sumergiéndose por el sitio que de su nombre se llama Helesponto. Al llegar a Aa, Frisos inmoló a Júpiter el carnero, haciendo presente del vellocino de oro al rey de aquel país, Netes, hijo del Sol, quien suspendió   el presente de una encina en un bosque consagrado a Marte y guardado por un dragón. Netes dio a Frisos en matrimonio a su hija Calcripe, naciendo de este matrimonio Cytissoros y Argos, que enviados por su padre a Grecia, el uno salvó de la muerte a Atamas y el otro construyó el navío Argos.
Los mitólogos ven en esta leyenda la explicación de ciertas formas del culto de Júpiter en las localidades de Beocia, como por ejemplo los sacrificios humanos que parece practicaron primitivamente los minianos de Orcomene. Lo que está fuera de duda es que Nefela, lo mismo en ésta que en otra leyenda, en la cual figura entre los centauros, personifica la nube; que el carnero, lo mismo en los mitos védicos que en la leyenda heroica, es una imagen de la nube pluvial; y que considerando a Frisos como el demonio del trueno, puede obtenerse una explicación bastante satisfactoria de la fábula.
II. Motivo de la expedición. – Hay que trasladarse a la ciudad de Colcos, en el mediodía de la Tesalia, para conocer nuevos antecedentes. Dicha ciudad había sido fundada por Creteos, hermano de Atamas, y a la sazón reinaba en ella un hijo del primero llamado Pelias, quien había usurpado el trono a su hermano Asón. Éste, temiendo por la vida de su hijo Jasón, ocultóle en un monte. Jasón vivió   en el campo ejercitándose en la agricultura y la caza, sin cuidarse de sus derechos al trono. A todo esto la diosa Juno, por un lado en odio a Pelias, que había dado muerte a Sidero al pie de su altar, y por otro lado interesada por Jasón, quiso favorecerle. Los remordimientos inquietaron a Pelias hasta el punto de interrogar al oráculo sobre la duración de su poderío, obteniendo la respuesta de que desconfiara de todo aquél que llevase un pie descalzo. Cierto día, en ocasión que Pelias honraba a Neptuno con un sacrificio en un banquete en la ribera del mar, vio llegar a Jasón, que después de vadear el Anauros, olvidó atarse la sandalia izquierda, o bien la había perdido en la corriente; acordóse Pelias del oráculo y al día siguiente preguntó a Jasón «¿Qué harías si se te predijera que debías morir por mano de uno de tus mayores?» «Le enviaría a buscar el vellocino de oro,» respondió   Jasón, a quien Juno había prevenido.

  
    Pelias le tomó la palabra y organizóse la expedición. Así lo refiere Apolodoro; pero según la versión de Píndaro, Jasón vino a Colcos con el pie descalzo, y dándose a conocer al pueblo, reclamó, apoyado en el oráculo, sus derechos al trono, el cual prometió cederle Pelias con tal de que trajera el vellocino de oro y que volviera el alma a Frisos, para que fuera levantada a la familia de los Eólidas la maldición que sobre ella pesaba.

Pelias hizo llamar por medio de heraldos a todos los guerreros de la Grecia para que participaran de los peligros y la gloria de la empresa. Según la tradición primitiva, Jasón sólo tuvo por compañeros a los minianos; pero con el transcurso del tiempo aumentó el número de los argonautas, porque las ciudades griegas, según se expresa M. Saglio, por satisfacer su orgullo, pretendían que sus héroes favoritos no permanecieran extraños a tan extraordinaria expedición. Entre los expedicionarios se contaron tres hijos de Júpiter: Hércules, Cástor y Pólux; dos hijos y nietos de Neptuno: Eufemo y Periclimenos; un hijo de Apolo, Orfeo; dos de Mercurio, Equión y Euritos, y los de Boreo, Zetes y Calais; Argos, hijo de Frisos, construyó el navío Argos, auxiliado por Minerva, quien había sujetado a la proa un pedazo de la encina profética de Dodona.
III. Navegación del Argos. – Embarcados los héroes, bogaron en dirección del Oriente; pero antes de arribar al término apetecido, les ocurrieron varios accidentes y hubieron de atravesar por pruebas peligrosas. Cuando llegaron a Lemnos, las mujeres acababan de descuartizar a todos los hombres con excepción del rey Toas, que fue salvado por su hija Hipsipila, en castigo de cuyo crimen los genios de la fecundidad maldijeron la isla. Las lemnianas acogieron con alegría a los héroes, concediéndoles sus favores en un banquete y en unos juegos que celebraban en honor de los difuntos; sólo Hércules dio pruebas de una temperancia desacostumbrada, empleando el tiempo en piadosos ejercicios en la isla de Crysa. Continuando su viaje, los argonautas penetraron en el Helesponto, no sin haberse detenido en Samotracia para honrar a los Cabiros. En el Helesponto dispersaron a los piratas tirrenos, abordando a la isla de Cícico habitada por los Dobions, cuyo rey, Cícicos, les acogió hospitalariamente; pero cuando iban a reembarcarse por la noche, fueron sorprendidos, librándose un combate en el cual murió el mencionado rey a manos de Hércules o de Jasón, salvándose de la venganza de Rhea por los juegos fúnebres con que procuraron conjurarla. Durante la escala que hicieron en Misia, Hércules, dejando a sus compañeros en un banquete, internóse en un bosque. Hilas, que le había seguido, fue robado por unas ninfas; desesperóse Hércules, y buscando a su compañero, le halló en poder de Polifemo. Entre tanto los argonautas, al ver que Hércules no volvía, determinaron en un consejo, celebrado por los Boraedes y Glauco, abandonarle y proseguir el camino. Detuviéronse para hacer agua en el país de los Bebrices, de quienes era rey el gigante Amicos, hijo de Neptuno, quien queriendo impedirles que se aproximasen a una fuente, fue vencido por Pólux en el combate del cesto, y atado a un árbol. En Salmideros consultaron al viejo profeta Hineo, a quien los Boreades libraron de las Arpías, y les enseñó el camino de la Cólquida, advirtiéndoles el peligro que les aguardaba en el paso de las Siniplegades, rocas movibles, que no les causaron mas desperfecto que destrozarles el timón, gracias a los consejos de Tineo y a la protección de Juno o de Minerva; después Yzmón pereció cazando un jabalí en el país de los mariandinianos; Tifis, el piloto, murió siendo reemplazado por Ancaeos de Samos, el cual condujo el navío hasta la embocadura del Taso. En la isla de Aretias fueron asaltados por los Stinfalidos, pájaros monstruosos que les lanzaron sus plumas de bronce a modo de flechas. Por último remontando el Taso, llegaron a la ciudad de Aa, término de su viaje.
Como es bien sabido, este relato del viaje de los argonautas resume las primeras expediciones de los aventureros griegos y sus descubrimientos en las costas del Mediterráneo; pero la leyenda principal se compone de diferentes fábulas, que traían origen de las costas de la Tracia, de la Propóntide y del Ponto Euxino, combinadas y recopiladas por los poetas, como dice Decharme, en la unidad artificial de un solo relato.
IV. Conquista del vellocino. – Jasón reclamó a Eetes el vellocino de oro. El rey le prometió dársele si salía vencedor de una prueba que le propuso, consistente en uncir a un arado dos toros que tenían los pies de bronce y que despedían llamas por las narices, y con este arado labrar un campo consagrado a Marte, sembrando los dientes del dragón de Cadmos. Semejante empresa hubiera sido insuperable para el héroe sin el auxilio de Venus, que como diosa del amor, encendió   en el corazón de Medea, hija de Eetes, una pasión violenta por el héroe extranjero. Medea era una hechicera poseedora del arte mágico, y esto redundó en provecho de Jasón, pues hecho invulnerable por virtud de los filtros que le diera su amante, pudo fácilmente uncir los toros al yugo, labrar el campo, sembrarle, y luego dar muerte a la mies de gigantes armados que nacieron de los dientes del dragón en forma de terrible falange. A pesar de estas victorias de Jasón, Eetes se negó a darle el vellocino; pero el héroe, auxiliado por el poder de Medea y protegido por la diosa Minerva, pudo llegar al sitio donde estaba el codiciado tesoro, y adormeciendo al dragón que le guardaba, consiguió cogerle haciéndose luego a la vela con todos sus compañeros y con Medea, quien para retardar la persecución de su padre, sembró por el camino los miembros de su hermano Absirtos. Según Decharme, en todos los enemigos de Jasón, los toros de fuego, los gigantes armados, el dragón, hay que ver otras tantas imágenes del tremendo poder de la tempestad, cuyo triunfo se debe al héroe solar, auxiliado por la mágica Medea, a quien Schwartz considera como una diosa del rayo.
V. Regreso de los argonautas. – El itinerario de este viaje de regreso es puramente fantástico, encontrándose diferente en Hesíodo, Píndaro y Apolonio; y como aconteció con el mito del viaje de Hércules al Hyperbóreo, se modificó sucesivamente a medida que los griegos fueron aumentando el caudal de sus noticias geográficas. Según el itinerario de Apolonio, que parece el más interesante, los argonautas arribaron por el Ister y el Eridán, que comunicaban con el Adriático, sufriendo una tempestad que amenazó destruirlos; y como el oráculo del bosque de encinas de Dodona les previniese que no tendrían perdón si no se hacían purificar por Circe de la sangre de Absirtos, después de recorrer el país de los celtas, de los ligianos y el mar Tirreno, llegaron a la isla de Circe, quien sin conocerlos los purificó. Con la protección de Juno, pasando entre Scila y Caribdis y burlando a las sirenas, llegaron al país de los feacianos, Corcira, donde Jasón y Medea celebraron sus bodas. Después una tempestad arrojó el navío a las costas de Libia; los argonautas le llevaron al lago Tritonis, donde estuvieron doce días y doce noches. Tritón por fin los condujo hasta el mar, llegaron a Creta después de haber dado muerte a Talos, hombre de bronce que impedía el aproximamiento a la costa, y salvados por Apolo de otra tempestad, llegaron por fin a Colcos, donde Jasón puso en manos de Pelias el vellocino de oro y consagró a Neptuno el navío Argos.
VI. Mitología figurada de los argonautas. – El arte representó diferentes veces los varios episodios de la leyenda de los argonautas, según los cantaban los poetas. El carnero del vellón de oro, conduciendo a través de las ondas a Frisos y a Hella, aparece figurado en algunos monumentos, entre los cuales debe citarse un vaso pintado del Museo de Nápoles. La construcción del navío Argos es otro asunto bastante frecuente en bajos relieves y repetido como ornato de friso en la época romana. El navío en el mar y los argonautas remando se encuentra especialmente en las monedas imperiales de Magnesia y de Jonia. Los vasos pintados nos ofrecen diferentes episodios del viaje, como el sacrificio prestado por los argonautas en el altar de Crisa, las aventuras de Tineo y de los Boreades, la de los Stinfalidos y el combate de Cícicos y Hércules. La célebre Cista de Ficoroni está circuida de figuras grabadas, cuya serie desenvuelve el pasaje de la estancia de los argonautas en el país de los Bebrices, el rey de éstos, prohibiendo a los argonautas aprovecharse del agua de una fuente; Pólux desafiándole al pugilato, y después de vencerlo, atándole a un árbol, mientras la Victoria viene a coronar al héroe: esta composición, además del interés mitológico y arqueológico, le tiene muy grande artístico. También hay representaciones referentes a la suerte de Jasón en la Cólquida. El gigante Talos, vencido por los argonautas, cayendo en brazos de los Dioscuros, sirve de asunto a una pintura de vaso de las más interesantes que se conservan.

Dionisio *DIOS DEL VINO*

MITOLOGIA

*Nacimiento

Procesión dionisíaca en un sarcófago de mármol, posiblemente indicativa de que el difunto estuvo iniciado en los misterios.
Dioniso tuvo un nacimiento inusual que evoca la dificultad de encajarle en el panteón olímpico. Su madre fue una mujer mortal, llamada Sémele, hija del rey Cadmo de Tebas, y su padre Zeus, el rey de los dioses. La esposa de Zeus, Hera, una diosa celosa y vanidosa, descubrió la aventura de su marido cuando Sémele estaba encinta. Con el aspecto de una anciana (en otras versiones de una nodriza), Hera se ganó la amistad de Sémele, quien le confió que Zeus era el auténtico padre del hijo que llevaba en el vientre. Hera fingió no creerlo, y sembró las semillas de la duda en la mente de Sémele, quien, curiosa, pidió a Zeus que se revelara en toda su gloria como prueba de su divinidad. Aunque Zeus le rogó que no le pidiese eso, ella insistió y él terminó accediendo. Entonces Zeus se presentó ante ella con sus truenos, relámpagos y rayos, y Sémele pereció carbonizada. Zeus logró rescatar al fetal Dioniso plantándolo en su muslo. Unos meses después, Dioniso nació en el monte Pramnos de la isla Icaria, a donde Zeus fue para liberarlo ya crecido de su muslo. En esta versión, Dioniso tuvo dos «madres» (Sémele y Zeus) antes de nacer, de donde procede el epíteto dimētōr (‘de dos madres’), relacionado con su doble nacimiento

*infancia y juventud

Hermes con el niño Dioniso, por Praxíteles.La leyenda cuenta que Zeus tomó al infante Dioniso y lo puso a cargo de Hermes. Una versión de la historia es que éste dio el niño al rey Atamante y su esposa Ino, tía de Dioniso. Hermes pidió a la pareja que criase al bebé como una niña, para esconderlo de la ira de Hera.[20] Otra versión es que Dioniso fue puesto bajo la tutela de las ninfas de la lluvia de Nisa, que le criaron en su infancia y niñez, y que por sus cuidados fueron recompensadas por Zeus con el ascenso entre las estrellas como las Híades. Otra versión es que Zeus lo dio a Rea, o a Perséfone para que lo criase en el Inframundo, lejos de Hera. Alternativamente, fue criado por Maro.